Photo: Emilio Cobo |
Los ríos son una parte esencial de los ecosistemas y un elemento crítico para la supervivencia de billones de personas. Son mucho más que agua fluyendo; las orillas, bosques ribereños, humedales, estuarios y aguas subterráneas, son parte de la vida del río. No solo llevan agua; una gran cantidad de sedimentos ricos en nutrientes y minerales disueltos también son transportados, ayudando a fertilizar tierras bajas y mares. También sustentan una diversidad de formas de vida que nos proveen de alimentos, medicinas, y actividades de recreación. Los sistemas hídricos ayudan a mitigar sequías, inundaciones, recargar los acuíferos, y sirven como medios de transporte fluvial. Difícilmente podríamos sobrevivir sin los beneficios que estos sistemas proveen.
Con la población mundial proyectada a incrementarse a 9 billones de habitantes al 2050, se prevé un aumento del 55% en la demanda de agua, 60% en la demanda de alimentos y un 80% en la demanda de energía, provocando una enorme presión sobre los sistemas hídricos naturales. Los procesos de desarrollo económico en la región están transformando aceleradamente los sistemas fluviales para satisfacer esta creciente demanda de agua y energía. A pesar de proveer importantes beneficios a la sociedad, infraestructuras como las represas, trasvases, o diques pueden alterar severamente la dinámica hidrológica de una cuenca, frecuentemente resultando en impactos negativos para los ecosistemas y las poblaciones locales. En el mediano plazo estos impactos pueden resultar tan perjudiciales que los costos económicos para la sociedad y el ambiente terminan siendo mucho más altos que el beneficio obtenido por las obras.
El estado de conservación de nuestros ríos es una realidad preocupante. La biodiversidad de los ecosistemas de agua dulce enfrenta niveles de amenaza sin precedentes. Por lo general estos ecosistemas pasan inadvertidos a pesar de poseer una importante diversidad de plantas y animales, muchos de los cuales forman parte del sustento de la población. Durante la última década la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha podido evaluar el estado de conservación de más de 25.000 especies de agua dulce. Basados en las categorías de amenaza de la Lista Roja de Especies Amenazadas, se estima que alrededor de un tercio de estas especies están bajo amenaza de extinción, y más de 200 se encuentran ya extintas. Estamos perdiendo especies de agua dulce a un ritmo alarmante, mayor que el de las especies marinas y terrestres, y están desapareciendo sin ser advertidas.
Las amenazas a los ríos nunca han sido tan grandes como ahora. Los niveles de contaminación por actividades antrópicas y la falta de sistemas de tratamiento de aguas residuales están afectando seriamente a los ecosistemas de agua dulce, y este problema está en aumento a medida que la población crece. Se estima que un 90% de las aguas residuales en países en desarrollo son descargadas directamente a ríos, lagos o al océano. De acuerdo a las proyecciones, durante las próximas tres décadas, la capacidad hidroeléctrica global se duplicará, lo que implica la construcción de miles de nuevas represas de gran escala. Más de 300.000 kilómetros de ríos se verán afectados por la construcción de represas. A esto hay que añadir los numerosos proyectos de provisión de agua para riego y consumo humano. Alrededor de un 70% de esos ríos afectados contienen la diversidad más grande de especies de peces y la expansión de esta infraestructura también ocurrirá en las zonas donde las poblaciones humanas son más dependientes de los ríos como su principal medio de vida. Adicionalmente, a la amenaza de la contaminación y al desarrollo de infraestructuras, debemos enfrentar los fuertes impactos del cambio climático y sus incertidumbres asociadas.
¿QUÉ SUCEDE CUANDO INTERVENIMOS LOS RÍOS?
Las consecuencias ambientales de la infraestructura desarrollada sin una planificación adecuada pueden ser variadas e incluyen impactos directos a las propiedades biológicas, químicas y físicas de los ríos y ecosistemas ribereños. Por ejemplo, las represas bloquean la migración de peces y la conexión con hábitats esenciales para su ciclo de vida. El agua, una vez represada, cambia sus propiedades químicas y parámetros como la temperatura y el oxígeno disuelto. Así, sus condiciones pueden ya no ser favorables para las especies nativas, de hecho los embalses tienden a albergar más especies exóticas que se convierten en otra amenaza para la fauna y flora local.
La alteración del caudal de un río y el transporte de sedimentos río abajo de una represa por lo general causan los mayores impactos. La vida alrededor de un río evolucionó y está condicionada por el régimen hidrológico, es decir el patrón estacional de flujos de agua, su frecuencia, duración, magnitud y temporalidad. Es el factor que determina los hábitats de un río y sus ecosistemas que a su vez determinan la composición de especies. Los caudales alterados pueden afectar sensiblemente a la vida acuática y los ecosistemas ribereños, amenazando a todo el sistema de vida en una cuenca. Pulsos de caudal como las inundaciones también tienen un rol fundamental en la ecología de una cuenca ya que representan la única oportunidad para muchas especies de acceder a nuevos hábitats, dispersar semillas, o cumplir funciones esenciales para su ciclo de vida.
Una represa, además de alterar el flujo de agua, retiene sedimentos que son críticos para mantener procesos físicos y funciones ecológicas río abajo. Muchos hábitats como los humedales o manglares dependen de esos sedimentos para mantener su productividad y funciones. Los sedimentos que por lo general fertilizan las tierras inundables quedan retenidos, privando de nutrientes a las tierras bajas y desencadenando un proceso degenerativo. Adicionalmente, cuando un río pierde su carga de sedimentos busca recapturarlos, provocando la erosión de los cauces río abajo. Esto puede afectar seriamente a la infraestructura en las inmediaciones del río así como los ecosistemas colindantes. La erosión y socavamiento de un río represado también puede bajar el nivel de las aguas subterráneas, privando de agua a las raíces de los árboles en las riberas y afectando a cultivos agrícolas.
En la dimensión social las implicaciones por el desarrollo de infraestructura también resultan alarmantes. Según la Comisión Mundial de Represas, en las últimas seis décadas la construcción de represas ha desplazado entre 40 y 80 millones de personas de sus tierras. Grupos indígenas y campesinos han sido particularmente afectados. Las comunidades directamente desplazadas, a menudo sin ninguna compensación, son las victimas más visibles, sin embargo muchos más son afectados por otros efectos como la construcción de vías, líneas de transmisión eléctrica, o sistemas de transvase para abastecer a las grandes ciudades. Otros afectados son los que pierden su acceso al agua limpia, alimentos, y recursos naturales dentro del área inundada o rio abajo. En ciertos casos los embalses y sistemas de riego también aumentan la proliferación de enfermedades tropicales. En cuanto a las afectaciones hidrológicas río abajo, se estima que un 10% de la población mundial es indirectamente afectada por infraestructura hídrica. A esto debemos añadir las implicaciones económicas para los países en desarrollo que muchas veces deben incurrir en altos niveles de endeudamiento para construir estas obras, generalmente intensivas en capital. Todo esto ha provocado el auge de diversas organizaciones y grupos activistas locales que luchan por un cambio en la forma de planificar, diseñar y construir estos proyectos.
Al sumar de forma integral todos los efectos, sociales, ambientales y económicos de los proyectos de infraestructura hídrica, el balance puede ser negativo, y los beneficios obtenidos pueden ser eclipsados por los graves impactos incurridos. A menudo las grandes infraestructuras obligan a la construcción de infraestructuras adicionales para solventar los efectos secundarios, y a una fuerte inversión en restauración ambiental y medidas de compensación, lo que resulta en pérdidas millonarias para el Estado y los desarrolladores de proyectos.
HACIA UN ENFOQUE INTEGRAL
Si bien se han desarrollado diversas metodologías y enfoques para reducir los impactos de la infraestructura en su construcción y operación, muchas veces estas herramientas no pueden funcionar de forma efectiva si no hubo una planificación previa que consideró integralmente los impactos de una obra desde su fase de diseño. El caudal ecológico, por ejemplo, es un instrumento que busca asegurar un régimen de caudal que permita preservar los valores ecológicos del sistema. La aplicación de los mismos sigue siendo un reto y la aplicación de normativas que garanticen su cumplimiento requiere más atención. Nuevas metodologías de análisis costo-beneficio y de generación de escenarios se han desarrollado para evaluar, de forma integral y participativa, los impactos y beneficios antes de desarrollar proyectos de infraestructura hídrica. Sin embargo, la premura en ejecutar obras para satisfacer las necesidades emergentes tiende a comprometer las fases de pre-factibilidad, diseño, evaluación de impacto ambiental, búsqueda de alternativas y la participación efectiva de los actores involucrados.
Es necesario reconocer a la hidroenergía como una de las alternativas para reemplazar las fuentes no renovables y entender que hay obras de infraestructura hídrica que son necesarias para garantizar el acceso al agua, la seguridad alimentaria, y reducir el riesgo de desastres. Sin embargo el desarrollo de estos proyectos requiere un proceso riguroso de evaluación y planificación, que analice a profundidad las inter-relaciones entre los aspectos sociales, ecológicos y económicos. Algunos países están empezando a desmontar sus infraestructuras y remover represas con el fin de restaurar la hidrología y ecología de sus cuencas. La nueva visión holística llama a dejar que los ríos trabajen por sí solos, que fluyan libres, e intervenir en la menor medida posible sobre los cursos de agua.
A través de una mejor planificación del territorio y políticas más coherentes para la gestión de los recursos hídricos, se pueden evitar muchas obras de infraestructura innecesarias y sus costos asociados. En cuanto a la provisión de energía, actualmente existen diversas alternativas para generar energía de fuentes renovables no convencionales y descentralizadas. La energía solar, eólica o aprovechamiento de biomasa son opciones viables, cada vez más costo-efectivas y con menores impactos socio-ambientales comparados a la hidroenergía.
Gestionar adecuadamente los ríos para cubrir las necesidades humanas y ecológicas es un reto complejo para nuestra sociedad. Existe una creciente demanda de agua y energía, pero debemos estar conscientes de que intervenir los ríos causa daños irreversibles a las funciones y servicios ecosistémicos. La sostenibilidad de los proyectos hídricos y la protección de nuestros ríos son esenciales para la estabilidad de los ecosistemas y los medios de vida de la población. Mientras los ríos representan menos del 1% de la superficie terrestre, son los ecosistemas más productivos y diversos del planeta.
La UICN promueve la Gestión Integrada del Recurso Hídrico bajo un enfoque ecosistémico y apoya a países de la región en fortalecer los procesos de gobernanza del agua y conservar su patrimonio natural a través de herramientas innovadoras para la toma de decisiones.
Contacto: emilio.cobo@iucn.org
Fuente: https://www.iucn.org/node/27137
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