Cambio climático y camélidos andinos[1]
por
Marc Dourojeanni[2]
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foto: thomas Müller |
El Perú ha sido reconocido como uno de los países más susceptibles a los efectos del cambio climático previsto. El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, en su reciente visita a Lima destacó esa problemática y la mencionó como una de las justificaciones para que el Perú albergue la próxima Conferencia de las Partes del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP20).
El cambio climático es un proceso en marcha y sus efectos ya son visibles en todo el Perú. Entre sus muchas facetas destaca la reducción del área de los glaciares andinos que puede observarse a simple vista. El deshielo, por el momento, parece beneficiar a la costa desértica de ese país donde vive el 60 por ciento de la población, permitiendo una notable expansión de sus áreas cultivadas y urbanas. Pero todo indica que esa bonanza tiene plazo fijo. Si el caudal de agua disponible para la costa disminuye y si su flujo es aún más irregular, es fácil prever que puede dar lugar a un escenario de pesadilla social, más aun cuando se sabe que en la actualidad gran parte de la población urbana ya carece de ella. Es obvio que ese es apenas uno entre muchos de los probables efectos del cambio climático que son diferentes en cada región pero, en esta nota, se desea enfatizar en la correlación entre la vertiente occidental de los Andes y la costa árida peruana.
El almacenamiento de agua en la vertiente del Pacífico
La precipitación pluvial en la vertiente occidental es actualmente muy limitada[3]. Se almacena en los glaciares pero, como las evidencias científicas lo indican, lo hace principalmente en el suelo y subsuelo de las formaciones vegetales conocidas como jalca en el norte y puna en el centro y sur. También se almacena, lógicamente, en lagos y lagunas naturales o artificiales así como en humedales alto-andinos, entre ellos los conocidos como bofedales u oconales. Como he mencionado, una parte los glaciares está desapareciendo y, debido al mal uso de la tierra en los Andes, la capacidad de almacenamiento de los suelos, en especial en las punas pero también en las faldas andinas, está reduciéndose rápidamente.
¿Qué pasa con las punas? Primeramente, estas fueron sometidas a miles de años de uso y abuso del fuego para renovar sus pastos, lo que entre otras consecuencias ha eliminado la cobertura forestal donde antes existía, desde hace casi 500 años, a eso se añade el pastoreo de animales ajenos al ecosistema, entre ellos bovinos, caprinos, ovinos y equinos, todos ellos traídos al Perú por los conquistadores para sustituir al ganado incaico, es decir llamas y alpacas y, de paso, eliminando a sus parientes salvajes, las vicuñas y guanacos.
El problema no es única ni centralmente la prioridad dada a animales domésticos exóticos no siempre adaptados a la realidad ecológica sino la bajísima tecnología aplicada a su manejo en la mayor parte de la región. En efecto, la falta de rotaciones y de cercas y, en general, de manejo y mejora de pasturas así como el uso abusivo y generalizado del fuego, la pésima calidad del rebaño, los descuidos sanitarios, las prácticas obsoletas de aprovechamiento, la falta de mecanismos de comercialización honestos, entre otros factores, provocan que la cuenta sea pagada por el suelo que soporta esa actividad ganadera. Lo curioso es que, lado a lado, coexiste una actividad pecuaria moderna que evita muchos de esos males y que, por lo tanto, permite una actividad económica significativa sin grande impacto sobre la capacidad del suelo de retener agua. Pero, lamentablemente, esas especulaciones bien conducidas son raras y ocupan poco espacio de las punas que, en su mayor parte, pertenecen a comunidades campesinas tradicionales y pobres.
El ganado autóctono
El impacto principal de la actividad ganadera dominante es, de una parte, el aumento de la erosión de los suelos -en todas sus formas, desde la laminar hasta la formación de cárcavas- debido a su compactación y a su desnudamiento. El ganado vacuno así como el equino tienen un peso elevado por lo que compactan el suelo a la vez que sus cascos sacan esquirlas de tierra. Además, por sus hábitos alimentarios, maltratan la vegetación a la que arrancan en lugar de cortar, otra vez exponiendo el suelo. Este último problema es semejante al que ocasionan, aunque en menor grado, los demás animales exóticos. El fuego, por otra parte, también desnuda peligrosamente el suelo y además contribuye, junto con el sobrepastoreo, a una selección negativa de las gramíneas y de otras especies, permitiendo la proliferación de las que no son comestibles. Si a lo anterior se suma la falta de rotación efectiva del pastoreo, queda configurada la realidad que se observa. Es decir, pastos y suelos severamente degradados que además de no soportar una actividad pecuaria rentable también limitan drásticamente la capacidad de la puna para almacenar el agua de lluvias y nevadas que en lugar de infiltrarse en el suelo discurre encima, arrastrando el suelo desnudado y formando, finalmente, enormes cárcavas visibles por doquier.
La domesticación de los camélidos americanos en los Andes de Perú y Bolivia se remonta a millares de años, dando como resultado las bien conocidas llamas y alpacas. Hay llamas para todo uso, desde carne y cueros, para carga e inclusive como monturas. Existen evidencias de que los ejércitos incas así como otros anteriores las usaron hasta para transporte de personal. Las alpacas siempre fueron orientadas a la producción de lana y carne y, en consecuencia, también de cueros y pieles.
A diferencia de todos los herbívoros domésticos exóticos, los camélidos sudamericanos están bien adaptados a las condiciones ecológicas de los altos Andes. Pesan mucho menos que bovinos y equinos, resisten las bajas temperaturas y la escasez de agua y poseen otras adaptaciones al clima radical y a la altitud. Sus extremidades terminan en yemas blandas o almohadillas que evitan impactar el suelo y su dentición es de crecimiento continuo, lo que les permite cortar el pasto en lugar de arrancarlo, limitando la erosión. Estas características de los camélidos determinan que, mediando un manejo razonable, tengan muy poco impacto sobre los pastos, los suelos y sobre la capacidad de estos para almacenar agua.
Cuando los españoles llegaron al Perú, mostraron algún interés por el “ganado de las Indias” pero predominó la tradición europea y es así como rápidamente los camélidos fueron sustituidos por el ganado de aquel continente, que fue impuesto en todos los Andes. Los campesinos nativos dominados e influenciados por el mercado, los imitaron y se desarrolló la moda de despreciar todo lo relacionado a productos de llama y alpaca, exceptuando apenas la lana de estas últimas. Eso provocó que la población de esas especies disminuyera drásticamente y se limitara principalmente al sur del Perú y a las comunidades campesinas más alejadas y pobres.
Es apenas a partir de mediados del siglo pasado que se ha revalorizado la alpaca, en especial su lana pero más recientemente también su carne. En la actualidad estos son productos extraordinariamente muy bien cotizados, particularmente la lana, y por ello existe un enorme e insatisfecho mercado internacional. Lamentablemente la llama sigue siendo despreciada[4] y su población en el Perú continúa disminuyendo aunque las excelentes propiedades de su carne deberían mantenerla al mismo nivel que la alpaca.
A pesar del evidente potencial económico de los camélidos sudamericanos y de sus indiscutibles ventajas ecológicas, la mayor parte de las punas continúa dedicada a criar ganado bovino y ovino, con bajísima rentabilidad y con gran daño ambiental.
¿Por qué no se desarrolla más la ganadería de camélidos?
Es probable que la razón principal por la que la ganadería de camélidos no prospera más sea simplemente que la mayoría de las comunidades campesinas, especialmente al norte de Puno, ya no saben cómo criarlas, a lo que se suma que muchos comuneros aún están influenciados por el desprecio que los peruanos mantuvieron por siglos contra esos animales.
Se han hecho esfuerzos por convencer a los comuneros para sustituir bovinos y ovinos por alpacas y llamas, especialmente en el interior de áreas protegidas andinas, como en el Parque Nacional Huascarán, en la Reserva Nacional de Pampa Galeras o en el Santuario Nacional de Huayllay. Todos han sido infructuosos. Sin embargo, a la resistencia de las comunidades siempre se ha sumado el hecho de que el Estado no ha sabido proporcionar las condiciones ni los incentivos adecuados para estimular o viabilizar el cambio. Hacerlo pasa no solamente por el apoyo técnico y financiero sostenido sino por la garantía de un mercado honesto. Además se trata de una mudanza que debe ser gradual, al compás de las tradiciones locales[5].
En el caso específico de la llama hace falta un esfuerzo mucho más amplio. Si bien la alpaca ha sido redimida en la escala de valores de los peruanos, la llama sigue siendo despreciada y vilipendiada. Ni siquiera se piensa en usar carne de llama para alimentación a pesar de que organolépticamente se diferencia poco de la de alpaca y que, si es criada para carne, puede superar las virtudes de esta a un precio mucho menor. Los patrióticos cocineros neoandinos tienen el deber de incursionar en este tema.
¿Y el manejo de la vicuña?
Llamas y alpacas tienen dos parientes salvajes: la vicuña y el guanaco. El guanaco es ecológicamente relevante[6] pero sus productos son menos interesantes que los que se obtiene de la vicuña. Este último animal fue intensamente cazado desde la época precolombina, inclusive masivamente mediante chacos en que los animales capturados eran sacrificados y, durante los periodos colonial y republicano, muertas a tiro de carabina. La población de vicuñas del Perú llegó a su mínimo histórico en los años 1960, cuando el gobierno creó la Reserva Nacional de Pampa Galeras. A partir de entonces la población ha venido aumentando y siendo redistribuida en diversos lugares de los altos Andes. A pesar de la actividad senderista que atacó reiteradamente al Programa Vicuña y de la caza furtiva que no ha sido eliminada, la población actual ya es significativa, aunque muy lejos del potencial.
La idea original del Programa Vicuña era manejarla usando las técnicas bien conocidas del manejo de fauna, que se aplica extensamente en Norte América, África y Europa y que se basa en censos y elaborados estudios científicos. Pero la sensiblería popular y la ignorancia impidieron que esta opción fuera aplicada con lo que se elevó mucho el costo de la producción y se crearon problemas ecológicos serios. En efecto, si no se eliminan y aprovechan los excedentes poblacionales en forma de machos que ya no poseen grupos familiares e individuos viejos, enfermos y lisiados de ambos sexos, se aumenta la presión sobre los pastos escasos eventualmente sobrepasando la capacidad de carga del área y se facilita la propagación de enfermedades y parásitos. Pero ningún argumento superó la resistencia liderada por el proteccionismo tradicional[7] y por eso apenas quedó la opción de realizar chacos anuales en los que se esquila a los animales capturados. Estos chacos no resuelven los problemas mencionados, son costosos y además generan muchas bajas en la población por stress y debido a accidentes como patas quebradas. La otra vía, cada vez más aplicada aunque igualmente cara e inadecuada es tratar las vicuñas como si fueran animales domésticos, colocándolas en cercos.
Pero, para el asunto del que se trata, ambas formas de manejo de la vicuña, es decir como animales salvajes y, a pesar de todo, igualmente como si fuera ganado, son opciones extremamente válidas e importantes para ocupar las áreas de puna más áridas o de suelos más pobres, donde la ganadería de alpacas y llamas ni ninguna otra prosperarían bien.
La rentabilidad económica de alpacas y vicuña es extremamente elevada en términos de todos sus productos pero especialmente por la de sus finísimas lanas. Estas disponen de un mercado ilimitado y generan múltiples empleos en el campo, en la artesanía, la industria textil y hasta en la moda de nivel mundial.
Volviendo al tema del agua
Si, como he descrito, las punas ya han perdido y siguen perdiendo su capacidad almacenadora y reguladora del agua, principalmente a consecuencia de la ganadería de bovinos y de otros animales exóticos, y es sabido que los camélidos sudamericanos tienen mucho menos impacto sobre el ecosistema y, simultáneamente, su rentabilidad económica es mucho mayor, la solución al problema queda evidente: se debe impulsar la sustitución gradual del ganado exótico por el nativo.
No se trata de eliminar la ganadería altoandina de bovinos y ovinos, el cual es rentable debidamente tecnificada y conducida con reducido impacto ambiental. Pero, habida cuenta de que eso es la excepción y de que los camélidos son más rentables, debe promoverse la sustitución de la ganadería dominante, conducida en lugares inadecuados, mal llevada, ineficiente y, además, degradante. Se propone, pues, lanzar un programa nacional de sustitución de bovinos por camélidos -domésticos y salvajes- en condiciones de puna, lo que guardaría algunas similitudes con los aspectos civiles y más positivos del programa de sustitución de la coca por café y cacao bajo sombra.
Eso implica asistencia técnica tanto para ganadería de camélidos como para manejo de vicuña y financiamiento de largo plazo. Estos apoyos deben ser precedidos de una cuidadosa campaña que explique las ventajas económicas y ecológicas de los camélidos y que haga realmente deseable a los campesinos incursionar en esa línea de producción. Asimismo implica crear condiciones para que el mercadeo de los productos sea honesto y ventajoso para los campesinos.
El costo de un programa de sustitución de ganado exótico, como parte del manejo de la cuenca y para garantizar la regularidad del flujo hídrico, debería ser cubierto por el precio del agua que utilizan los agricultores de la costa que se beneficiarán.
Es obvio que la retención de agua en las punas también puede lograrse mediante otras técnicas, incluyendo represamientos pero todas ellas son más caras y menos rentables que la ganadería o el manejo de camélidos. Acciones de conservación de suelos, como los surcos de infiltración y la reforestación de algunos sectores son asimismo complementarios de cualquier especulación ganadera bien conducida[8].
Esto no es nada nuevo y ya ha sido dicho y escrito muchas veces, en muchas formas, en el pasado longincuo y reciente. Pero, siempre vale la pena insistir, más ahora que las evidencias del cambio climático ya comenzaron a preocupar hasta a las autoridades nacionales.
Referencias consultadas
Camiloaga J., Fernando 2010 Cosecha del agua: Adaptación al cambio climático en el Sur del Perú, alcances y desafíos III Simposio Internacional de Camélidos Sudamericanos Arequipa (Presentación en data-show)
Dourojeanni, Axel Ch. 2013 Alcances de las acciones de manejo de cuencas Fundación Chile, Santiago 15p.
Dourojeanni, Marc J. 2009 Crónica Forestal del Perú Universidad Nacional Agraria, La Molina Ed. San Marcos, Lima 727p.
Hofmann, Rudolf K.; Kai-Christian Otte, Carlos Ponce y Manuel Ríos 1983 El Manejo de la Vicuña Silvestre GTZ, Lima Tomo I y Tomo II: 705p.
MINAG 2005 Estrategia Nacional de Desarrollo. Los Camélidos Domésticos en el Perú Ministerio de Agricultura y Consejo Nacional de Camélidos Sudamericanos, Lima 46p.
ONERN 1985 Los recursos naturales del Perú ONERN, Lima 326p.
Root‐Bernstein, M. and F. Jaksic 2013 The Chilean Espinal: Restoration for a Sustainable Silvopastoral System Restoration Ecology
Salazar, Beatriz y Nelly Rivera 2013 La invalorable labor comunal para conservar los bofedales La Revista Agraria, Lima N0 157: 10-11
Tosi, Joseph 1960 Zonas de Vida natural en el Perú IICA, Zona Andina, Lima Boletín Técnico No 5 271p.
Notas
[1] Enero 2014
[2] Profesor Emérito de la Universidad Nacional Agraria, La Molina (lima, Perú)
[3] Eso, como bien se sabe, es debido al efecto combinado de la corriente fría del Pacífico Sur (Corriente de Humboldt) y de la elevada altura de los Andes. Por eso, tanto la sierra como en especial la costa del centro y del sur del Perú, a pesar de estar en el trópico, son regiones desérticas. Según algunas teorías, eso podría ser modificado dependiendo de las tendencias del cambio climático. Dicho de otro modo, podría llover más en esas regiones.
[4] Prueba de ello es que en la Estrategia Nacional de Desarrollo. Los Camélidos Domésticos en el Perú preparada en 2005, la llama ni siquiera es mencionada. Solamente trata de la alpaca.
[5] Todos los requisitos para lograr eso están bien delineados en el mencionado Plan. Pero, hasta 2013, ninguna de las propuestas ha sido debidamente implementada.
[6] Tanto es así que en Chile se está demostrando, mediante un pequeño proyecto, la importancia de “renaturalización” del guanaco.
[7] El “ambientalista” Felipe Benavides fue el gran responsable por el desperdicio de esa oportunidad, confundiendo a la opinión pública.
[8] Ver, por ejemplo, las excelentes notas de Camiloaga (2010) y de Salazar y Rivera (2013) que confirman varios textos de Axel Dourojeanni y de Joseph Tosi, entre muchos más.
Fuente:
SPDA Actualidad Ambiental