Crédito de la imagen: Flickr/Global Water Partnership |
Grandes proyectos hidroeléctricos reducirían emisiones de carbono, pero es un error pensar que son ‘energías renovables’.
Las represas hidroeléctricas son la expresión por excelencia del control humano sobre la naturaleza. Además de energía, crean reservorios de agua limpia, que para algunos constituyen a la vez un placer para los ojos y un lugar de apacible recreación. Prometen el control de inundaciones, proporcionan un suministro constante de agua para riego y, con el tiempo, son una fuente de pescado fresco. Son el sueño de un economista y de un ingeniero y, junto con las imágenes dinámicas de grúas, excavadoras y enjambres de hombres con cascos relacionados con su construcción, constituyen una oportunidad instantánea de mercadeo para los políticos deseosos de demostrar su compromiso con el progreso.
Algunos aseguran que la energía hidroeléctrica tiene credenciales ecológicas porque usa el agua, un medio gratuito, abundante e intrínsecamente inocuo. Aprovecha la gravedad, transforma en electricidad la energía del agua que discurre mediante un proceso que es al mismo tiempo limpio y libre de carbono. Con la creciente preocupación mundial sobre las emisiones de carbono, no sorprende que los proyectos hidroeléctricos conciten cierto encanto para los gobiernos que hacen frente a las necesidades energéticas de sus países.
Sin embargo, esta imagen de limpieza se ha ido empañando con el tiempo, debido a las críticas sobre el impacto de estas estructuras en el medio ambiente y las vidas de los pobladores desplazados por su construcción. A medida que las grandes represas han sido objeto de escrutinio, su popularidad ante los gobiernos ha disminuido de manera constante durante las dos últimas décadas.
Pero esta tendencia está siendo revertida últimamente. De nuevo se están poniendo en boga masivos proyectos hidroeléctricos, que experimentan un auge en su construcción en todo el mundo, desde China hasta Brasil. Al mirar una de nuestras presentaciones sobre la represa Belo Monte de Brasil no se puede dejar de sentir preocupación. Las imágenes descarnadas, de evocadora belleza, del bosque húmedo de Xingu que está siendo arrasado a raíz del polémico proyecto, reviven una incómoda percepción: que los proyectos hidroeléctricos a gran escala no encajan fácilmente en el paradigma de las energías renovables.
¿Qué tan limpia es la hidro?
Parte de esta inquietud tiene sus raíces en la sensación de que el desplazamiento de miles de personas y la tala de extensas áreas, la excavación y trituración de rocas —en resumen, la alteración sistemática de un paisaje antiguo con imprevisibles consecuencias finales— no es precisamente ‘limpio’ desde el punto de vista ambiental o, de hecho, moral.
La otra parte de esta inquietud tiene que ver con el uso que se dará a esta energía generada por los proyectos hidroeléctricos de gran escala.
Para algunas economías en desarrollo, hay una razón para explorar el uso cuidadoso y juicioso de la energía hidroeléctrica con el fin de satisfacer las necesidades de energía de una región en particular, especialmente cuando complementa sus necesidades de agua. A quienes hablan inglés los invitamos a escuchar la entrevista de Mallika Aryal con Jeremy Bird, director general del Instituto Internacional para el Manejo del Agua, para conocer un informe preciso del por qué la gestión del agua y de la producción energética están tan indisolublemente ligadas.
Cuando la producción de energía se genera por la necesidad y cubre los requerimientos locales, la idea de describir a la energía hidroeléctrica como ‘renovable’ tiene un sentido razonable, a pesar de las controversias que siempre parecen rodear a este tipo de proyectos. Hay algo más aquí que un simple asunto de semántica, o del significado técnico de la palabra. Las palabras que usamos reflejan también una orientación moral. En mi opinión, el ingrediente primordial y central del concepto de ‘renovable’ debería ser un reconocimiento claro y evidente de esta orientación moral, sin que deje un cierto sabor a culpa.
Cuando la generación de energía hidroeléctrica pasa de ser una necesidad que responde a las presiones de requerimiento de energía para convertirse en una mercancía a negociar, y cuando tiene un impacto masivo sobre el ecosistema local, es necesario preguntarse si debería disfrutar de las connotaciones positivas y bien intencionadas del término ‘renovable’.
Confiando en credenciales ecológicas
Tengo una sensación de intranquilidad sobre la creciente dependencia de algunos sectores en torno a las credenciales ecológicas de la energía hidroeléctrica para apoyar su desarrollo, cuando no se produce para responder a las necesidades locales y tiene un impacto masivo sobre los ecosistemas locales y las vidas humanas.
Malasia por ejemplo —que el mes pasado fue sede de la Semana de Energías Renovables ASEAN— parece haber comenzado a aprovechar más recientemente las cualidades tranquilizadoras de la palabra ‘renovable’, para calmar las críticas a la represa propuesta en el río Baram, en Sarawak, la isla de Borneo.
El proyecto de la represa hidroeléctrica de Baram se planea como parte del denominado Corredor de Energías Renovables de Sarawak, que incluirá la construcción de una cascada de represas a lo largo del río. Pero la electricidad que se espera producir no será para uso local, sino para la exportación, incluyendo a su vecino Brunei Darussalam.
Los críticos de la represa también han llamado la atención acerca de las consecuencias de dicha construcción, como son pérdida de biodiversidad, de bosques y de tierras cultivadas. Sugieren que las ‘mini hidroeléctricas’ en los afluentes más pequeños son una alternativa más aceptable porque interfieren menos con el ecosistema ribereño y generan energía para uso local en lugar de una mercancía para la exportación.
Las grandes represas en ríos caudalosos como el Xingu y el Baram alteran profundamente los ecosistemas de manera impredecible y potencialmente desastrosa, y además perjudican las vidas y medios de subsistencia de miles de personas.
Entonces ¿en que consistiría un enfoque sostenible para el uso de estos ecosistemas? El Baram y el Xingu ya bañan y alimentan a las zonas circundantes con energías renovables mediante el flujo natural del río y lo seguirán haciendo siempre y cuando no sean taponados a mitad del camino. Quizás esos ríos simplemente deberían dejarse en paz, y en ese contexto tal vez deberíamos ser más cautelosos al usar la palabra ‘renovable’.
El editor, SciDev.Net
Para ver una galería de imágenes sobre la vida y el agua del río Baram en el estado malasio de Sarawak antes de la represa, por favor haga click aquí
0 comentarios:
Publicar un comentario